27 de abril de 2014 – Rumbo a Cachi, Salta. Arrancamos en Cafayate, dejamos atrás los pueblitos de Animaná y San Carlos, que habíamos vistado ayer, y, como relato en el artículo de Cafayate, no son muy interesantes. Pasamos Angastaco: éste es quizá el tramo más bello del camino, con curiosas formaciones rocosas, que son área protegida.
Casi todo el tiempo hemos ido bordeando el Río Calchaquí, que parece de aguas transparentes. Hay algunos pueblitos, o quizá deba decir caseríos, con bonitas construcciones típicas en adobe, caña, y paja. Otro punto de interés fue Finca del Carmen, con linda iglesia. Como de costumbre en este viaje, el acceso estaba cerrado. El motivo era comprensible: día domingo. Todo esto mientras recorríamos la Ruta 40 , que en casi todo este tramo es de ripio. Aquí hay un sitio de internet que tiene una descripción muy precisa de todo el recorrido. Ya cerca de Cachi, llegamos a Seclantás, un poblado que produce pimientos colorados. Los secan sobre la tierra, y la molienda la hace una cooperativa integrada por los lugareños. Finalmente arribamos a Cachi, que nos pareció un pueblito muy lindo. Almorzamos en un comedor cualquiera, no muy bien, pero con platos típicos: Tamales, guiso de llama. Cumplimos con la tarea de buscar alojamiento. Aterrizamos en el hotel Nevado de Cachi. De lindo aspecto, habitacion grande y baño sin bidet. Apenas a una cuadra de la plaza. Ya instalados, paveamos a lo largo de las pocas calles del pueblo. Descubrimos el Hospedaje Don Arturo, más barato y mejor que nuestro hotel. Fast food: Comimos una tortilla callejera rellena con queso de cabra, en la esquina de la plaza.  Pegamos una ojeada a la iglesia, aunque no entramos. Según dicen las guías, nos perdimos ver las estructuras hechas con madera de cardón. Intentamos visitar el Museo Arqueológico Pio Pablo Díaz, pero, una vez más, como tantas en este viaje, estaba cerrado. Dicen que es interesante. Volvimos a nuestro hotel cero estrellas, y al rato partimos hasta un wine bar frente a la plaza: el Oliver Wine Restó. Nada de folclore, jazz y blues. Tomamos cerveza, picamos algo, y compartimos la mesa con un matrimonio francés. Aproveché para desempolvar mi olvidadísimo francés, con poco resultado al intentar hablar, y aceptable al escuchar. Ahora corresponde dormir. No se ve mucha frazada en la habitación, ni calefactor alguno. Suponemos que el clima nocturno nos ayudará.