26 de abril de 2014 – Desayuno provisto por las cabañas Las Tuscas, de Tafí del Valle, Tucumán, con pan casero. Ahora camino de tierra, para bordear la represa El Mollar. Un paseo muy bonito, por zona campesina. Además, ofrece la ventaja de ser un recorrido redondo, retornando por la ruta asfaltada a Tafí. Pero al llegar al pueblito del Mollar, nos encontramos con la ruta cerrada por la competencia ciclística. Debimos desandar todo el camino. Ver de nuevo los mismos burros, casi en el mismo lugar, y las mismas casitas y cerros, lógicamente en el mismo lugar. Ya en camino, superada la salida norte de Tafí, nos fuimos elevando hasta el paso del Infiernillo, y descendimos a la placentera ciudad de Cafayate. En el camino visitamos las ruinas De Quilmes, interesantes, claro que nada de nada que ver con las ruinas peruanas. Logramos descuento para jubilados. En la entrada se ofrecen guías, pero como de costumbre, prescindimos de ellos. Finalmente arribamos a Cafayate, Salta. Esta vez las cabañas se llaman Patio de Olivos, y las elegimos por ser las más baratas de dos únicas opciones. Unas bonitas estaban cerradas, otras que visitamos, muy semejantes, costaban un 50% más. Otra vez una casita prefabricada, pero muy pulcra y bien equipada, aunque con ambientes diminutos. Dimos vueltas para conseguir cerveza en horario de siesta, tarea casi imposible, y compramos unos sandwiches muy buenos y baratos en la esquina de Rivadavia y Mitre. Dos próceres poco adecuados en el interior profundo de Argentina. Cena en Los Hornitos, muy popular, con excelentes empanadas de formato muy pequeño. La plaza muy agradable, con bares y artesanías rodeándola.
27 de abril de 2014 – Recorrido de ida y vuelta, a diversas atracciones naturales que ofrece en sus primeros 40 kilómetros la ruta hacia Salta capital. Así que vimos Los Colorados (con una señora que hace y vende artesanías allí mismo) y un zorrito muy poco desconfiado, que se prestó a las fotos. Luego en sucesión que aquí relato en perfecto desorden: El Sapo, El Obelisco, y otros, formaciones naturales de piedra con nombres bien elegidos. El plato fuerte lo llenan La Garaganta del Diablo y El Anfiteatro, espectaculares formaciones de roca, dentro de la Quebrada de las Conchas. Almuerzo en la cabaña, y visita a dos pueblos cercanos: Animaná y San Carlos. Pese a algunas recomendaciones, no despertaron nuestro interés. San Carlos tiene dos o tres cuadras de casas antiguas, pero sin mantenimiento. Con esto de los pueblitos, se nos hizo tarde para visitar una bodega que recibe visitas. Ya estaba cerrada, cosa que ya se ha vuelto una costumbre distintiva de este viaje. Cena «autóctona»: pizza y cerveza de una pizzería cercana. Sabrosa. Mañana, si todo resulta como lo programado, estaremos en Cachi.