Hace muuuuchos años, siendo adolescente, y luego de haber subido muchas veces a las cumbres cercanas a Cortaderas, San Luis, surgió entre amigues y parientes que partícipabamos de estas aventuras, la idea de hacer cumbre en el punto más alto de estas sierras que tanto disfrutábamos. Nunca se concretó, por falta de información, de recursos, y de decisión. Pasaron, como decía, muchos años, medio siglo quizás. Internet empezó a brindar datos fácilmente accesibles sobre cualquier cosa,  y entre ellos el dato de un camino que llega casi hasta la cumbre. Resurgió la idea, adaptada al tiempo transcurrido entre la juventud y la ancianidad. Qué palabra tan fea cuando uno se la propina a uno mismo. Pero allí estaba la oprtunidad para cumplir con aquel proyecto. Mi hermana, de mi misma edad, mi esposa, cuya edad tengo prohibido mencionar, se anotaron en la empresa rápidamente. Se agregaron, de una u otra forma, la nieta de mi hermana, el hijo de mi hermana , su pareja y el niño de ambos. Una mañana de enero de 2019, concretamente el 20 de enero partimos Silvia, Violeta, Gloria, y yo desde Cortaderas. Cruzamos las sierras, llegamos a casa de Pablo y Andrés, cercana a Alta Gracia.
Pasó la noche, por la mañana temprano partimos hacia nuestro objetivo. En el Renault Sandero, Gloria, Silvia y yo. En la Duster Oroch, Pablo, Andrés y los infantes Violeta y Uriel. Dejamos atrás Villa Yacanto, donde acaba el pavimento. Los primeros kilómetros por buen camino de tierra, pero a medida que ascendíamos se haciá más duro, muy mal mantenido, una porquería. Pero con paciencia y despacio, logramos llegar al Cerro Linderos, para abandonar los autos. El clima, soleado, aunque fuerte viento, y nubes amenazantes por debajo. La senda hasta el Champaquí resultó corta, fácil. Paveamos un tanto en la antecumbre y su laguna, sacamos fotos. Poco después de una breve subida, hicimos cumbre. A las 12:29:26 del 21 de enero de 2019 nos quitamos el arnés, los crampones, todo el equipo de escalada y nos abrazamos emocionados en la cima del Champaquí. Hay alguna exageración en la frase anterior. Nada de eso hace falta para este paseo: Ni equipo, ni buen estado físico, ni nada fuera de lo común, y menos aún equipo de escalada. Tampoco nos abrazamos emocionados. Los lagos cordobeses, el valle de Calamuchita, a nuestros piés, apenas velados por la bruma y ofreciéndose para la contemplación desde las alturas. Traslasierra, invisible por causa de las gruesas nubes que solo nos mostraban sus morros blancos, grises y hasta negros. Lástima, deseaba ver el valle una vez más como lo veía (a los sacudones) cuando en un avión Guaraní cruzaba desde la ciudad de Córdoba hasta Villa Dolores, hace muchos años. El viento nos convenció de no quedarnos a la intemperie mucho más. Volvimos a los automóviles y emprendimos la bajada, tan áspera como la subida, pero algo más rápida. Como a las tres de la tarde llegamos nuevamente a Villa Yacanto. Hubo un abundante y tardío almuerzo regado con mucha cerveza, para reponer las escasas energías gastadas en la modestísima aventura. Nos separamos, y Silvia, Violeta, Gloria y yo volvimos a Cortaderas, San Luis, via Río IV.
Proyecto cumplido, aunque la aventura imaginada cuando jóvenes se convirtió en un paseo apto para todo público.