5 de abril de 2024, viernes – Semuc Champey y Panajachel – El bus partió casi puntual. Nuestro hotelero de Semuc Champey nos llevó en su automóvil hasta la zona donde paran los buses turísticos y verificó que estuviéramos en el bus correcto. Eso es un hotelero. Muuuchas horas después, como diez, llegamos a esta otra meca del turismo guatemalteco, Panajachel. Siempre en estos viajes sucede algo insólito: en algún lugar paramos para un lavado del bus. Quedamos sumergidos en espuma por unos minutos, hasta que nos enjuagaron y secaron. El viaje es un eterno sube y baja en montañas más altas o más bajas, nunca un valle. La parada final fue en una estación de servicios. Por suerte a unos trescientos metros de nuestro hotel. Fácil caminata llana. El hotel se llama esta vez Mario´s Rooms, nombre poco folclórico en esta tierra de tantos idiomas. 22 idiomas según la cuenta oficial. Hay además una Academia de Lenguas Mayas. La noche nos cuesta unos USD 45, habitación bien dispuesta, con baño privado, agua caliente, y oh sorpresa, mantas en las dos camas, una grande, otra algo más pequeña (las camas). Aunque está en la calle principal, no llega el ruido de los gringos borrachos, pues es interior a la manzana. Nos ha caído bien el pueblo y el hotel. La calle principal es un desfile de restaurantes, puestos de comida, comercios y puestos de artesanías, muchas de ellas de sospechoso origen artesanal. En todo caso, la mayoría llaman la atención. Recorrimos la calle principal de un extremo a otro. Aterrizamos en un restaurante argentino, la comida nos costó Q 180. Nada de comida argentina había, ni nos interesaba, apenas empanadas, aunque no de res, de pollo. Nosotros pizza. Acompañó la cerveza Gallo, famosa desde 1896, según aseguran las botellitas. Tradición y orgullo de Guatemala, dice el rótulo. Compramos boletos en un bus turístico al mercado de Chichicastenango para el domingo. Q 150 cada uno. Este mercado (jueves y domingos) es la piedra madre del turismo guateco. Quien no asista será culpado de turismo impropio, y expulsado del país. Exagero un tanto. Pero hay que ir. Iremos.

6 de abril de 2024, sábado – Panajachel – Despertamos luego de dormir tranquilos y cómodos. El desayuno fue en la mesita del balcón de nuestra habitación con pan y palos jacob por Q 6,00 de la panadería de la vuelta, y café con leche y yogures comprados ayer. Es que estamos algo cansados del desayuno tradicional. Hay una pequeña cocina a disposición de los huéspedes con heladera comunitaria. Somos casi los únicos huéspedes. Acto seguido caminata hasta el muelle, y media hora de paseo (tiempo muy insuficiente) por el lago en un barco público, Q 25 cada uno. Dos actividades más antes de almuerzo: cambio de dólares y supermercado. Esta vez el cambio de moneda fue en el banco G&T Continental. Hacen un registro como cliente, que lleva un buen rato. Ya me había sucedido en el banco Azteca de Puerto Barrios. Ya soy cliente de dos bancos guatemaltecos. Vamos a los bancos cada vez que es posible, pues pagan desde Q 7,55 a Q 7, 75 por dolar, mientras que en las casas de cambio no ofrecen más de Q 7,25 en el mejor de los casos, y generalmente sólo Q 7,00. Ahora hace calor, seguramente a la tarde será primavera. Panajachel (Pana para los amigos) es la ciudad de la eterna primavera. Así dicen muchos carteles. Me inclino a pensar que es cierto. En el supermercado hicimos provisión de cerveza Gallo, famosa desde 1896, tradición y orgullo de Guatemala. Sí, lo mismo escribí ayer. Y algunos yogures y fiambres para cuando venga hambre. Fiambres no hay en ningún lado, con excepción de los supermercados. No siempre hemos encontrado supermercados. Para completar el silogismo, no siempre hay fiambres.
Hemos comido en un restaurante uruguayo, muy bien, un plato a base de bife, salsa con hongos, verduras. Q 180, incluída la cerveza.

7 de abril de 2024, domingo – Chichicastenango y Panajachel – O bien Chichi y Pana como todos abrevian. A las ocho nos pasó a buscar una bonita van, sólo eramos cuatro. Una pareja francesa casi muda, y nosotros, una pareja argentina casi muda. A la hora y media paramos en un parking de Chichi, y caminamos unos doscientos metros hasta una de las calles del mercado dominical. Todas las mujeres y unos cuantos hombres con su ropa típica. Cuadras y cuadras de cosas en venta: textiles para turistas y locales, porquerías chinas, zinguerías, zapatos ollas recuerdos ropa usada ropa nueva comidas bebidas bolsas carteras cereales frutas. Sin ninguna coma, pues en el mercado todo está así, en alegre sucesión. Animales vivos, pescados muertos, camarones en terapia intensiva. En muchos cruces habría que contar con semáforos para personas. En esta gigantesca confusión aparecen dos iglesias. En la escalinata de la más importante, que se llama santo Tomás (supongo el de Aquino, doctor angélico, aunque cabe la duda, porque los cristianos tienen santos para todos lo gustos) queman incienso en cantidades increíbles. Tanto queman que el olor es una porquería. Al costado hay un convento, pero sin buenos frailes ni piadosas monjitas, se fueron. Uno de ellos tradujo el Popol Vuh al castellano. Hizo algo útil en su vida, la mitología maya es por demás interesante. Vuelta al laberinto. Hay un bar y restaurante llamado Atrio que en una terraza de segundo piso ofrece buenas vistas. Nos instalamos largo rato para descansar de tanta confusión. Compartimos unos nachos con guacamole y varias otras cosas, que nos dejaron manos y bocas asquerosas. No había cerveza Gallo (si, aquella de 1896 orgullo de Guatemala) ni ninguna otra: Gloria tomó dos capuchinos y yo una orchata. No pregunten, sigo sin saber que ingredientes tiene una orchata. Quetzales 180, caro. Más laberinto, de donde salimos con unos imanes y una camiseta para mí. La negociación empezó en 95 quetzales, que la experta negociadora Gloria redujo a 50. Bien podría ir a negociar con el FMI, en vez de algún genio de las finanzas que envía nuestro país cada tanto y que vuelve con más deuda. (Y algún dinerillo en su cuenta bancaria panameña). Una van más grande nos devolvió a nuestro hotel. El viaje nos aburrió bastante. Llegamos a eso de las 15:00. No se ve el Lago Atitlán, hay mucha bruma. Otra vez es primavera en Panajachel.

8 de abril de 2024, lunes – Panajachel – Día de cumpleaños del autor de estos y otros dislates. Feriado turístico autodecretado. No iremos a ningún «punto de interés turístico», no avistaremos ningún «curioso animal exótico en su ambiente natural», ni haremos crecer nuestra adrenalina en un «veloz descenso con rápidos de nivel 5 en el rio Pirulo». Nos quedaremos en el hotel a mirar un conejo que pasea por el jardín. Una apasionante actividad será ir a la lavandería. A pesar de lo dicho, por la tarde, hemos visitado la Casa Cakchikel. (queda a la vuelta de nuestro hotel). Fue un «inn» en otras épocas, fundado por una condesa sueca, en 1948. A lo largo de los años recibió ilustres huéspedes. Se dice, entre estos huéspedes, Ernesto Che Guevara e Ingrid Bergman. Ciertos o no los visitantes, la historia de esta casa es muy interesante. Recomiendo leer la historia y ver las fotos de Casa Cakchikel en los relatos de los hijos de la condesa. Otrosí digo: mañana nos mudaremos a Santiago Atitlan. Recomendamos Google maps a aquellos que al igual que nosotros no tengan remota idea de dónde podrá ser este Santiago Atitlán. Raro el apellido. Debe haber sido un prócer guatemalteco.