20 de abril de 2015 – Ronda, Málaga – Hotel de los Hermanos Macías – A mediodía nos presentamos en la estación de trenes de Granada, para tomar el autobús. Es que parte de las vías, hasta Antequera, están siendo modificadas para el tren de alta velocidad. Así que Renfe te lleva en bus hasta Antequera, donde se continúa en tren hasta Algeciras. En nuestro caso a Ronda. Por serranías encantadas y pequeñas estaciones nos fuimos deslizando plácidamente hasta aquí. Caminamos hasta nuestro hotel arrastrando nuestras valijas, en suave descenso. Nos recibió uno de los hermanos Macías, suponemos. Nos han dado una habitación en el último piso, con vista a la calle. Parece que somos los únicos huéspedes. Apenas tiramos los petates en la habitación, nos largamos ansiosos a caminar. Como el hotel está a metros de la plaza de toros, le dimos una ojeada por fuera, e inmediatamente fuimos a contemplar el tajo del río Guadalevìn, allí nomas, que, junto con el puente que lo cruza, son la postal de la ciudad. Un paseo inevitable está allí mismo: la plataforma de observación, un balcón que permite vertiginosas vistas del valle. Plataforma no apta para gente con vértigo. Y vimos el famoso puente, lo cruzamos, y nos internamos en la ciudad vieja. Entre estos pasos sin rumbo, nos metimos en el Museo Lara. Que acumula objetos de todas las clases y de todas las épocas. La sala de arqueología, muy buena, el resto, una muestra sin mucho orden. También visitamos el Palacio del Rey Moro, o mejor dicho la Mina del Rey Moro, que el palacio no es tal, apenas un caserón de épocas muy posteriores y a punto de derrumbarse.. La tal mina, en cambio, aunque tampoco es una mina, es interesante. Consiste en una escalera dentro de la roca, que desciende hasta el río Guadalevín. Unos sesenta  metros de descenso (y de ascenso, puf) medio tenebroso y húmedo. Se usaba para obtener agua cuando la ciudad era sitiada. Hasta que un buen día los cristianos entraron por allí para brindarle a los moros las ventajas de los piojos, la inquisición y de la ignorancia. Así es la historia.

21 de abril de 2015 – Ronda, Málaga – Los hermanos Macías nos proporcionaron un desayuno inolvidable: lo clásico más paté de chorizo, de hígado y crema de tomate. Sobre el pan casero caliente, es reglamentario rociar aceite de oliva, antes de desparramar lo dicho. Comimos hasta no poder más, bajándolo con tazas y tazas de café con leche. Algo de mermelada y mantequilla probamos. Hay que decir aquí que el restaurante de los Hermanos Macías debe ser el más concurrido de la ciudad. Cocina española tradicional. La primera tarea turística del día fue la visita a la plaza de toros, una de las más antiguas de España. Con un par de museos dentro, de escaso interés, salvo para los fanáticos de la tauromaquia. Y que además está a menos de cien metros del hotel. Entrada: € 6,50. El recorrido fue de algún interés, si se hace abstracción del desagradable espectáculo que allí ocurre. Luego, bajamos hasta el río, por un sendero empinado, y ambiente algo tétrico en parte. Todo para ver el puente desde abajo. Nos resultó un paseo agradable y nos brindó algo de ejercicio físico. A orillas del río hay una posada donde repusimos los líquidos que el sol nos quitó, con nuestras infaltables cervezas. El regreso fue por camino empedrado, más largo, pero de menor pendiente. De todas formas es una subida importante que desemboca en la ciudad vieja. Conocimos la plaza y algunos rincones no visitados ayer. Una vez más, nos hidratamos en el pintoresco bar de nuestro hotel con unas cañas (cervezas) con tapita de croquetas. Un descanso en el cuarto, y un último paseo por la ciudad nueva. Mañana, con la ayuda de Renfe y algún bus, llegaremos, previa escala técnica en Algeciras, a nuestro próximo destino: Tarifa, es decir el extremo sur de la península Ibérica. Desde allí cruzaremos a Marruecos. Esperamos que el desayuno sea como el de hoy.