Muy fuera de lugar en este sitio que está dirigido a viajeros con presupuesto cuidado, este carísimo tren de lujo que rueda entre Victoria Falls en Zimbawe y Pretoria, en Sudáfrica (y a otros muchos destinos del sur de África) ha sido un premio que nos concedimos por haber ahorrado en todos los demás viajes que aquí se cuentan. Quizás los consejos de ahorro con los que aburrimos a los escasos lectores que se asoman a estuvimos.ar hayan sido útiles para nosotros mismos.


























En tren por el sur de África
Esto de escribir un diario de viaje se convierte en una obligación. Fuera las obligaciones. Cuando era un niño, digamos en 1960 y parecidos, viajábamos en tren desde Buenos Aires hasta la ya desaparecida estación Rodríguez Saa en Santa Rosa …
Esto de escribir un diario de viaje se convierte en una obligación. Fuera las obligaciones. Cuando era un niño, digamos en 1960 y parecidos, viajábamos en tren desde Buenos Aires hasta la ya desaparecida estación Rodríguez Saa en Santa Rosa del Conlara. Eramos varios: abuelo y señora, tios y primos, mi madre y yo. Ocupábamos varios camarotes. En uno de esos viajes, me había hecho mucha gracia la frase de una placa: La bacinilla se encuentra debajo del lavabo. Así era, y la fácil alegria infantil convirtió esas indicaciones de lenguaje extraño en risa. El baño estaba en los extremos del vagón. El problema era al llegar a Santa Rosa: el tren se detenía sólo 5 minutos. Por la ventanillas los adultos se ocupaban de descargar valijas, paquetes, mil cosas que mi abuela, que no era tal, pero yo ni lo sabía, cargaba para la casa de veraneo de Merlo. Creo que hasta algún niño era arrojado de esa forma. Quizás yo. Quedábamos rodeados de todas estas cosas en la plataforma, mientras el tren seguía su viaje hacia Villa Dolores. Nos acomodábamos en dos o tres taxis, y por camino de tierra llegábamos finalmente al Rincón, en Merlo. El tren en que estamos montados desde ayer me trajo de entre las telarañas de mi azotea estos recuerdos. Nada que ver con el tren de hoy: tenemos un baño completo en nuestro camarote, hasta con ducha. Hay aire acondicionado. La cama de dos plazas. Heladera con «sparkling wine» sudafricano. Cuando en aquellos otros viajes uno sacaba la cabeza por la ventanilla, ahí afuera estaba alguna porquería esperando para meterse en un ojo. Aquí hay lentes de seguridad por si alguien quiere asomarse. Muchas diferencias, pero la ambientación en maderas de este tren me trajo estas cosas. Olvidé contarles: embarcamos en el Hotel Victoria Falls, justamente en Victoria Falls, Zimbabwe
Este tren consiste en comer, tomar bebidas alcohólicas y dormir.
Exagero, hoy hemos visitado el Hwange National Park. Hubo que madrugar, a las 05:00 sirvieron el desayuno. Una hora despúes, en un día ventoso y frío, nos dieron una manta a cada uno, y subimos a esas camionetas de safari, abiertas por todos lados. Pasamos mucho frío aún envueltos en nuestras mantas. El recorrido fue largo, y si no fuera por la aves, variadas, desconocidas para estos turistas sudacas, hubiera sido un poco decepcionante. Apenas impalas, turistas y elefantes aparecieron entre los mamíferos. Volvimos para el almuerzo, que aprovechamos para ver desde el vagón comedor manadas de búfalos y de cebras. Hubo Amarula como culminación de los ravioli de alcaucil, la suprema con que se yó, dos postres. El tren recorre la recta ferroviaria más larga del mundo: 142 km sin una miserable curva. A la tarde llegaremos A Bulawayo, segunda ciudad de Zimbabwe.
Veo que no puedo estar sin escribir un diario. Pobres los lectores, si es que hay.
Hoy, mientras desayunamos, nos anuncian que afuera hay seis grados. Y hay que ir, hoy, en nuestro segundo safari del tren, el cuarto de este viaje al sur de África, al Parque Nacional Matobo, a unos kilómetros de Bulawayo. Nos recogió un bus, nos dejó en un campamento privado. Y otra vez esas camionetas para que nos creamos que vamos de safari. Con seis grados en una camioneta abierta no es muy lindo que corra el viento mientras vamos a ver unas pinturas rupestres. Los bosquimanos han dejado unas trescientas en este parque. Petisos pintores. Hubo una larga parrafada antes de ir a ver, entre mi inglés deficiente y mi poco afecto a los discursos, solo me quedó que eran más petisos que yo. Unocincuenta los muy altos. Segundo objetivo: ver rinocerontes. No apareció ni uno, putos rinocerontes, no tienen en consideración al turista que viene de lejanas tierras. Tercer objetivo: La tumba de Cecil Rhodes. Comerciante pirata y de palabra dudosa como buen inglés, le han hecho una tumba en la cima de una colina de piedra. Los trabajadores del lugar demoraron bastante en hacerle lugar cavando en el granito, pobres tipos. Al tal Rhodes no le sirvió de nada aprovecharse de media África y ser el hombre más rico del mundo, murió joven. Que los dioses lo guarden y no lo devuelvan.
Parece que durante nuestra tercera noche hubo un accidente. Prometieron contarnos los sucesos durante el almuerzo. Hubo un corte total de energía como de una hora. No sé. Hemos cruzado el Río Limpopo, frontera entre Zimbabwe y Sudáfrica. Estamos en una estación, esta vez Messina, Sudáfrica. No Messina Italia. Va para largo. Arrancamos. A la una «píem», otra vez al pesebre para alimentarnos. Nos dijeron: Un camión embistió al tren, Nada serio, los pasajeros de los dos vagones afectados fueron cambiados a otros vagones de repuesto y that’s all. Rollitos al curry bien picantes, camarones con chorizo. Sí, no se rían, parece la peor combinación posible, ya la habíamos probado en Vic Falls. Esta vez, con fideos. A mí me gustaron, Gloria comió un purecito, algo le cayó mal ayer o antes. Será el champagne, nos hemos hartado de él. Hoy tomé chardonnay.
No sé si les conté. Este tren tiene muchos vagones. De atrás para adelante. Vagón mirador, en parte abierto, el resto cerrado con bar. Vagón club, muchos sillones y grandes ventanales, el bar es del vagón anterior. Siempre hay un bar. Varios vagones dormitorios. Dos vagones comedor. Más vagones de pasajeros. Vagones del staff, un vagón con generador, locomotoras.
Habemus: australia et usa patriam multi, sudafricanum quosque tandem Catilina, 2 polacum, duo argentum republicae. Lupus et agnus non stabat. Oves et Lupus nec. Los últimos serán los primeros en el reino del señor. Andá creértelo. El señor almuerza en la mesa de patrón, en la del pobre seguro que no. Eso canta (o algo así) Atahualpa Yupanqui en «Preguntitas sobre dios». Busquenla, se las recomiendo.
Hemos atravesado unas montañas, como de costumbre, a la hora de la alimentación, con la cámara a cinco vagones de distancia. Nuestro camarote está a esa distancia, pero a sólo uno del vagón club y dos del vagón mirador. Les cuento. Hay tres categorías. Royal, grandes con bañera y todo. De lujo, camarotes medianos, baño privado. Pullman, mas pequeños con baño privado. El camarote Royal cuesta más del doble que el pullman. Adivinen nuestra categoría. Hoy tomé mucho chardonnay. Por suerte no hay más que el «bush» afuera mientras trato de embocar las teclas de mi tablet. Si fuera un smartphone, no entenderían nada. Gloria duerme.
Mañana, Pretoria, República de Sudáfrica.