Dimos vueltas y vueltas, y no conseguimos guía para ninguna trilha. Por una cuestión o por otra, real o inventada, no se podía ir a ningún lado, y comenzamos a desesperar, porque mañana, según el pronóstico meteorológico, mañana comienza la lluvia, y en Ubatuba, la lluvia puede durar muchos días, Y cuando para, hay que esperar un poco para que los senderos sequen, y hasta que eso sucede puede llover otra vez. Urgidos por este panorama, fuimos anteayer hasta la Casa da Farinha, un antiguo ingenio reformado para la molienda de mandioca. Queda en medio del Quilombo da Fazenda. Así que allí , consultamos al patriarca de los quilombolas: Zé Pedro. Este negro de ojos redondos y saltones es por algún motivo que desconocemos, y no averiguamos, muy respetado. Será porque todos en el quilombo son sobrinos, hijos, yernos , sobrinas, nueras o algo de este hombre. Cabe aquí una disquisición filológica: Quilombo era el nombre, probablemente de origen yoruba, que daban los negros huidos de la esclavitud al lugar oculto en la selva, de difícil acceso, donde se refugiaban, y formaban comunidad. El quilombaje (quilombagem) fue un fuerte movimiento de protesta originado en estos poblados. ¿Porqué los argentinos damos a esa palabra el sentido de lugar desordenado, o, peor, de prostíbulo? Una interpretación aceptable dice: porque son cosas de negros, dejando traslucir ignorancia y racismo en nuestro uso de la palabra. Sea como sea, y luego de volver ayer para asegurarnos con el propio guía nuestra reserva para hoy, hoy hicimos la famosa Trilha do Corisco, aunque parcialmente, sólo hasta Cachoeira da Rasa.

A las 7:45 arribamos a la Casa da Farinha, despues de sacudirnos en los buracos del camino de tierra que llega hasta allí desde la ruta Rio-Santos. Vimos esperándonos al tal Eurico, que no conocíamos en sus aptitudes, nuestro guía. Nieto del famoso Zé Pedro, patriarca quilombola. No perdimos ni un minuto, y nos pusimos en marcha. Nuestro guía primero, vestido con una casaca verde del Parque Estatal Serra do Mar (PESM), y también pantalón y gorra verde. Cruzamos la pequeña toma de agua, y comenzamos la Trilha do Corisco propiamente dicha. A nuestra izquierda, el río Fazenda, que desemboca en la Playa da Fazenda. Al rato, que me pareció breve, llegamos al Jatobá, altísimo árbol muy visitado. De allí en más, la senda es mucho menos evidente, y por momentos difícil de percibir. Así que pese a mis resistencias contra los guías, esta vez me pareció útil tener uno allí. Siempre en el sentido contrario al río, y a veces dejándolo bastante lejos, continuamos el ascenso, por suerte con poca pendiente adversa. Por allí masticamos una raíz, con interesante efecto anestésico. Curioso. Atravesamos varios cursos de agua menores, y a eso de las diez menos veinte llegamos a la cachoeira. Algo menos de dos horas, menos de las tres pronosticadas, muito legal. El agua fresca, hasta fría, merecida recompensa. El lugar, otra recompensa para los caminantes. Me dí un breve baño, paveamos un poco. Iniciamos el regreso. Acompañados por el canto de las arapongas (ver nota al pié), en una hora y media, y con una caída y algún tropezón de mi parte, retornamos al punto de origen. Llegó la hora de pagar los ciento treinta reales convenidos, y sacarnos unas fotos con Eurico. Como era mediodía, y además necesitábamos varias cervezas, nos fuimos directo a la cercana Praia do Estaleiro, muy bonita y con varios barcitos para reponer líquidos.